martes, 14 de agosto de 2012

Ceguera
Ahora que el dolor y los nombres de los heridos y los muertos dejan paso a las preguntas, la necesidad de explicaciones y las reparaciones, ahora, que es el momento para que hablen los políticos y los gobernantes (y no antes, cuando la atención y las medidas debían centrarse en las víctimas), ahora es el tiempo para reflexionar sobre los porqués. No el mayor y más desgarrador, por qué a esa hora, por qué ese hombre, esa muchacha, por qué el fin de una vida joven y sin culpas mayores. No existe razón para ninguno de esos doscientos muertos, ni para la amputación bárbara de pies y manos, ni para el recuerdo perenne de los vagones retorcidos. No la hay, salvo que la vida es imprevisible y cruel pese a nuestras construcciones imaginarias y nuestros consuelos de rutina y tranquilidad, que sabemos que habrá un fin pero no tenemos el menor poder para preverlo o atenuarlo.
Sin embargo, si como algunas de las pruebas apuntan, como la mayor parte de los diarios internacionales parecen creer, nos encontramos frente a un atentado islamista, habrá otros porqués; los terroristas habrán pasado por alto las manifestaciones populares, el no a la guerra de hace un año, para vengarse de la decisión política que se tomó sin escuchar el rechazo general, y eso nos los hará aún más crueles y sanguinarios. Como españoles, la mayor parte de nosotros podíamos comprender el odio y el ataque a los estadounidenses, no hacia nosotros. Pero nada real hicimos para detener esa guerra. No exigimos un referéndum, no se paralizó el país durante días, ni siquiera se censuró esa política en las elecciones municipales. Quizás porque la catarsis de las manifestaciones masivas nos dejó satisfechos, quizás porque tradicionalmente somos un pueblo pasivo, resignado a los tejemanejes políticos y poco participativos. Quizás porque las posibilidades de inversión en Afganistán e Iraq eran tan interesantes que no se podía prestar atención  a ninguna queja.
Fuimos parte agresora en esa guerra, con una actitud muy similar a la de los americanos; lamentábamos las víctimas, pero se libraba lejos de nuestro territorio. Y la percepción de sentirnos en contra, de habernos mostrado en contra, nos hacía desvincularnos de las decisiones políticas, como si los españoles que colaboraban con Inglaterra y EE UU no fuéramos nosotros.
Lo éramos, y al participar en esas matanzas nos pusimos en peligro. Nunca se entra en una guerra impunemente. Nada puede justificar una muerte, pero por ello mismo todas las muertes son iguales. La del afgano y la del Pozo. La del niño iraquí y la del bebé número 199.
No nos lo merecíamos, pero no somos una sociedad inocente. Sí ciega, sí poco reflexiva, sí ensoberbecida con nuestros pequeños logros en el mundo. Michael Moore, en sus dos ensayos sobre la política estadounidense habla de cómo los americanos no acaban de entender por qué el resto del mundo les odian. Nosotros, al parecer, tampoco lo comprendemos: por desgracia, por nuestra culpa, tienen muchas razones.              
            Espido Freire (LA RAZÓN)






RESUMEN
Es un artículo de opinión, publicado en el diario LA RAZÓN, en el que Espido Freire expresa sus opiniones y comentarios sobre las causas y consecuencias de los atentados de Madrid, ocurridos el 11 de marzo de 2004. Espido Freire, partiendo de la hipótesis del terrorismo islámico como autor material de los atentados que costaron la vida a doscientas personas, llega a la conclusión de que la sociedad española, aunque no merecía en absoluto la barbarie sangrienta de los atentados, no es una sociedad inocente a causa de la participación española en las invasiones de Afganistán y, sobre todo, en la de Iraq, promovidas principalmente por el gobierno estadounidense.
El tema de este artículo periodístico de opinión es el de la responsabilidad última de la sociedad española en los atentados sangrientos del once de marzo, a causa de su intervención en la guerra de IRAQ y, a pesar de las manifestaciones y protestas de buena parte de los ciudadanos españoles contra la intervención en dicha guerra.
El tema ya señalado se organiza en el texto según la estructura típica de los textos argumentativos y de la mayoría de los artículos de opinión que suelen aparecer publicados en los periódicos:
INTRODUCCIÓN (primer párrafo del texto). El autor, en este caso concreto autora, señala el tema que va a tratar en el artículo, adelantando a menudo su punto de vista y su opinión: Varios días después de los atentados terroristas de Madrid es el momento de preguntarse el porqué de los doscientos muertos, aunque la razón humana no encuentra una explicación lógica que sea válida.
DESARROLLO (párrafos 2, 3 y 4). La autora expone sus opiniones, ideas, argumentos... acerca del tema señalado en la introducción: Sin embargo lo dicho en el primer párrafo, si se trata de un atentado islamista, se debe a un sentimiento de odio y de venganza por la participación española en la guerra de Iraq (a pesar de la movilización popular contra la guerra) (párrafo 2)
Los españoles, quisiéramos o no quisiéramos, fuimos parte de la guerra (párrafo 3)
Esta participación nos puso en peligro de sufrir atentados. Con ello se igualarían las muertes: el niño iraquí fallecido en un bombardeo, con el niño madrileño que viajaba en un tren (párrafo 4)
CONCLUSIÓN (último párrafo). La autora cierra el artículo con una idea o argumento que sirve de conclusión o tesis final del artículo: La sociedad española no es inocente; aunque los españoles no lo comprendan, en el resto del mundo tienen razones para odiarnos.
COMENTARIO CRÍTICO
En la prensa diaria, dentro de los llamados géneros de opinión, suelen escribir "columnas" habituales o artículos sueltos y ocasionales, escritores, pensadores e intelectuales. Este es el caso de la novelista Espido Freire, una de las figuras más relevantes de la narrativa actual, que aquí expresa sus reflexiones sobre los atentados del once de marzo, pocos días después de que hubieran sucedido.
Este artículo presenta la estructura típica de los textos argumentativos: es decir, comienza por una introducción al tema tratado (el dolor por las víctimas de los atentados no debe impedir una reflexión racional sobre el terrorismo islámico), continúa con una exposición o desarrollo de argumentos (la participación española en la guerra de Iraq ha provocado sentimientos de odio y venganza en el mundo musulmán) y cierra el artículo con una conclusión: la sociedad española no es inocente, a pesar de las protestas y movilizaciones contra la guerra de Iraq y la política belicista de Bush, Blair y Aznar.
Se deduce por el tono en que está escrito el artículo que la autora formó parte de las voces que se alzaron contra la invasión de Iraq y el imperialismo norteamericano, y aunque comparto buena parte de los motivos que impulsaron estas movilizaciones, no por eso dejo de estar en desacuerdo con algunos de los argumentos de Espido Freire. El mundo islámico es muy extenso (casi mil millones de personas lo componen) y si resulta exagerado afirmar que los musulmanes odian a España por su participación en la guerra de Iraq, mucho más que este supuesto odio forma parte de las causas que provocaron los atentados del Once de Marzo. Porque la población islámica es muy numerosa (un tercio de la humanidad, aproximadamente) y la mayoría de sus creyentes, a pesar de los cerrados principios religiosos que obedecen, a pesar, incluso, del sentimiento de odio que pudieran sentir algunos hacia EE.UU., Israel, Gran Bretaña o España, no por eso deben considerarse sospechosos de cómplices con el terrorismo salvaje de Al Qaeda, organización que seguramente la mayoría de los musulmanes rechaza y maldice.
Argumentos, como el sostenido por Espido Freire, equivalen a afirmar que el supuesto odio de los vascos hacia España es la principal causa del terrorismo etarra, y que además la sociedad española no es inocente de los atentados porque, en su gran mayoría, comparte la lucha policial y la persecución implacable, pero democrática contra ETA. La sociedad española al igual que la sociedad islámica son inocentes de los atentados del Once de Marzo. Éstos fueron el sangriento resultado de la mente perversa de un grupo criminal. Bien es cierto que en nada beneficia la política imperialista, ultraconservadora y militarista de George Bush, ni los oscuros intereses que las multinacionales norteamericanas y británicas mantienen con el petróleo que se extrae en Iraq. Pero en esos asuntos los españoles somos inocentes.
Finalmente, debo decir que comparto con la autora de este artículo la necesidad de hallar una explicación seria, racional y coherente de las causas del Once de Marzo, más que nada porque de ello depende que no haya más víctimas inocentes entre la población, que la convivencia entre la sociedad española y la islámica se mantenga en libertad, tolerancia y respeto mutuo de la pluralidad de ideas, sentimientos y creencias.

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