CUIDAR LAS APARIENCIAS
Los seres humanos siempre hemos querido aparentar lo que no somos; por lo general, vivimos más pendientes de dar la imagen que los demás desean de nosotros que de representarnos a nosotros mismos. Lo malo es que cada día que pasa esa imagen tiránica que el entorno parece exigirnos es más banal, más leve, más contradictoria, más falsa, más ridícula. Y nosotros nos plegamos cada día más a su dictadura, porque hoy sólo se vive para la imagen: en los cines, en la televisión, en las pantallas de nuestros ordenadores. Vivimos inmersos en un furioso remolino mediático, más caudaloso, chillón y aturdidor que nunca. Y así pasa que la versión que los medios están haciendo de la vida ha alcanzado un nivel de tontería monumental.
Me dirán que estas contradicciones tan burdas, estas actuaciones tan obviamente impostadas, son propias de la prensa del corazón, y que la sociedad más seria no es así, pero no es verdad. Lo primero, porque el mundo de la telebasura lo está inundando todo: ¿no apareció Belén Esteban en la portada de El País Semanal? ¿No están esos programas machacando nuestras entendederas día y noche? Pero, además, es que la vida supuestamente seria está igual de hipotecada a la apariencia inane. Todos caemos de una manera u otra en lo mismo.
Por no hablar del imperativo atroz de la sonrisa perpetua… Cuando la trama Gürtel estaba en su más álgido momento y la porquería diluviaba sobre los peperos valencianos todos los días, ¡cómo sonreían todos ellos! ¿Y de qué?, cabría preguntarse. Alguien les había debido de aconsejar que sonrieran para dar imagen. Y es que la obligatoriedad social de la sonrisa es la prueba más clara de que vivimos encadenados a una imagen pública superficial y estridente. Como si la realidad hubiera sido devorada por la publicidad y tuviéramos que ser permanentes anuncios de nosotros mismos. Yo misma, que sacaré novela nueva dentro de poco, sé que sonreiré a diestro y siniestro hasta que se me agarroten las mandíbulas. Un día entrevisté a un tipo que no sonreía nunca en sus apariciones públicas, cosa que me parecía antipática pero veraz. Hasta que descubrí que tenía los dientes feísimos, y que no sonreía porque serio estaba más guapo. ¡Pura apariencia! Somos poquita cosa, desde luego.
Rosa Montero, El País (adaptación)
Cuestiones
1. Señale y explique la organización de las ideas contenidas en el texto. (Puntuación máxima: 1.5 puntos).
2. 2 a) Indique el tema del texto. (Puntuación máxima: 0.5 puntos).
2 b) Resuma el texto. (Puntuación máxima: 1 punto).
3. Realice un comentario crítico del contenido del texto. (Puntuación máxima: 3 puntos).
4. Indique las relaciones sintácticas que se establecen entre las oraciones del siguiente fragmento:
Alguien les había debido de aconsejar que sonrieran para dar imagen.
(Puntuación máxima: 2 puntos).
5. Federico García Lorca (1898-1936). (Puntuación máxima: 2 puntos).
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